LA incontinencia urinaria se define por la pérdida involuntaria de cualquier cantidad de orina. Y es un problema tan común como mal entendido: se estima que más de la mitad de las mujeres sufrir con eso. Sin embargo, algunos estudios indican que, de estos, cerca del 60% terminan sin denunciarlo por estigma y desconocimiento, especialmente en lo que se refiere a la tratamiento.
El rol de actividad física en este contexto a menudo genera confusión, ya que la práctica de ejercicios puede ser tanto un factor de riesgo como una gran herramienta de control. Todo dependerá del tipo, intensidad e idoneidad para cada caso.
Para tal análisis es necesario un abordaje integral e individualizado, comenzando, preferiblemente, tan pronto como aparezcan los primeros episodios de incontinencia.
Por lo tanto, el paso inicial para detectar un pérdida involuntaria de orina es informar a un profesional, ya sea clínico, ginecólogo o urólogo, quien, además de analizar la historia por posibles factores de riesgo – menopausia, ejercicio de alto impacto, número de nacimientos, trastornos neurológicos, entre otros – debes someterte al examen físico para ver si hay algo asociado, como el famoso vejiga caída (“Prolapso de vejiga”, en el diccionario médico).
El médico también debe investigar la necesidad de pruebas adicionales, que excluyan la presencia de infección urinaria o cambios anatómicos y ayudar a clasificar la condición en leve, moderado o severo. Aparte de eso, se agradece la prueba de urodinámica, que mide la presión dentro de la vejiga y confirma el tipo de incontinencia: puede ser de esfuerzo (relacionada con los movimientos), de urgencia (voluntad repentina) o mixta (ambas previas). Con esta información, el profesional puede estudiar el mejor tratamiento: con medicación o cirugía.
En todos los casos, existen medidas auxiliares que también sirven para la prevención y el control. Y, entre ellos, tenemos la actividad física, recomendada siempre que no exista contraindicación por otro motivo (limitaciones ortopédicas o comorbilidades crónicas graves, por ejemplo), preferiblemente con supervisión de un fisioterapeuta calificado.
En este momento, ya es posible establecer si el ejercicio físico practicado también es un factor de riesgo, lo que ocurre mucho con los deportistas de alto impacto, pudiendo adaptarlo para no agravar la condición.
Durante el tratamiento, los más indicados son los denominados ejercicios hipopresivos (antes conocidos como ejercicios de Kegel), que ayudan a trabajar y fortalecer la musculatura pélvica, aportando buenos resultados en conjunto con ejercicios funcionales, terapias conductuales y el uso de absorbentes y protectores adecuados para las fugas de pipí.
Para concienciar a las mujeres que padecen el problema de la importancia de la actividad física en estas circunstancias, y ayudarlas a comprender y realizar los ejercicios más adecuados, hemos desarrollado la serie de clases para Capacitación Viva + Mujer de Plenitud.