La salud sexual sigue siendo, para muchos hombres, un tema rodeado de mitos, inseguridades y tabúes. Entre las afecciones más comunes en este ámbito se encuentra la disfunción eréctil (DE), definida como la dificultad persistente, durante al menos seis meses, para lograr o mantener una erección suficiente para una relación sexual satisfactoria.
Según el Hospital Clínic Barcelona, aproximadamente un 20% de los hombres mayores de 18 años en España experimentan algún grado de disfunción eréctil, una cifra que supera el 50% en los mayores de 50 años. Lejos de ser motivo de alarma, estos datos invitan a desmontar la idea de que se trata de un problema aislado. La disfunción eréctil es, en realidad, una cuestión de salud integral que combina factores físicos, emocionales y relacionales, y que, en la mayoría de los casos, cuenta con posibilidades de tratamiento.
Durante décadas, se ha perpetuado la idea de que la sexualidad masculina es invulnerable, lo que ha llevado a muchos hombres a guardar silencio sobre sus problemas, evitar pedir ayuda o posponer la búsqueda de soluciones. Reconocer que la disfunción eréctil es una condición tan común como cualquier otra dolencia es un paso crucial para romper este tabú. De hecho, enfrentarse a algún problema de erección en algún momento de la vida es algo habitual. “Existen dos tipos de hombres: los que les ha pasado y los que aún no lo han dicho”, asegura el urólogo del Hospital Clínic Barcelona, Eduardo García Cruz.
García Cruz también explica que la disfunción eréctil puede tener cinco causas principales: alteraciones en los vasos sanguíneos, afectaciones neurológicas, desequilibrios hormonales —como niveles bajos de testosterona—, efectos secundarios de determinados medicamentos y factores psicológicos. Ansiedad, estrés, depresión y presión por “cumplir” con ciertas expectativas influyen de manera significativa en la respuesta sexual masculina.
Para cuidarse y encontrar la fuerza necesaria para buscar ayuda si el problema persiste, es importante ser honesto con uno mismo. La disfunción eréctil no es solo “un problema en la cama”; es mucho más complejo. La erección es el resultado de una interacción entre el sistema nervioso, la circulación sanguínea, el equilibrio hormonal y la respuesta psicológica del individuo. Cuando alguno de estos factores falla, puede reflejar desequilibrios tanto en el cuerpo como en mente.
La relación de la disfunción eréctil con desajustes en el organismo resalta la importancia de entender que puede ser solo la punta del iceberg de un problema más amplio que requiere atención médica integral. Estos factores deben considerarse como parte de la salud sexual, y su tratamiento adecuado —que pueda incluir terapia psicológica, de pareja o sexológica— es fundamental. Con la valoración y el acompañamiento de un especialista se puede establecer un diagnóstico preciso y un tratamiento eficaz.
Existen fármacos que han demostrado ser altamente efectivos y seguros, y constituyen la primera línea de tratamiento en la mayoría de los casos. “Otro gran mito, que sencillamente es falso, es que los fármacos para la disfunción eréctil provocan infartos”, aclara García Cruz. Para aquellos casos en los que los medicamentos no tienen efecto, existen alternativas como la terapia de vacío, las inyecciones locales, la cirugía de prótesis de pene o el apoyo psicológico.
En cuanto al autocuidado, la prevención juega un papel fundamental. Hábitos saludables como no fumar, moderar el consumo de alcohol, mantener un peso adecuado, realizar actividad física regular y seguir una dieta equilibrada no sólo mejoran la salud cardiovascular y metabólica, sino que también benefician la función sexual.
Parte del tratamiento y la recuperación también pueden incluir la apertura a otras formas de intimidad, complicidad, juego y disfrute, ya que la penetración no es el único camino hacia el placer. Hablar abiertamente con la pareja, comprender los límites y las preferencias mutuas, y liberarse de la presión de alcanzar un rendimiento perfecto son estrategias recomendadas por los especialistas. Además, abordar las dificultades con empatía y sin juicios fomenta la confianza, el deseo y el bienestar compartido. “Darse tiempo es importante. Muchos hombres sienten que deben ir deprisa y no se permiten tiempo. Haciendo eso solo se añade más presión a la ya existente”, explica García Cruz.