Trastornos metabólicos, insuficiencia renal, infección urinaria: así dispara el calor las hospitalizaciones

Los episodios de fuerte calor disparan las hospitalizaciones. Los más afectados son los mayores de 85 años y los menores de uno. Esta realidad, que se daba por sentada por lo que se conoce de las consecuencias de las altas temperaturas en la salud y por su constatado efecto sobre el aumento de la mortalidad, no se había estudiado en detalle hasta ahora. Un artículo publicado este miércoles en Environmental Health Perspectives ha indagado en más de 11,2 millones admisiones en urgencias en 48 provincias españolas entre 2006 y 2019 para averiguar cuáles son las principales causas de ingresos por calor.

Los trastornos metabólicos y relacionados con la obesidad son los que más acusan el calor: las hospitalizaciones por estos motivos casi se duplican (una subida del 97,8%) cuando las temperaturas superan los considerados umbrales de confort térmico. Le siguen la insuficiencia renal (77,7%), la infección del tracto urinario (74,6%), la sepsis (54,3%), la urolitiasis o cálculos renales (49%) y la intoxicación por fármacos y otras sustancias no medicinales (47%).

Para llegar a estas conclusiones, un equipo del Instituto de Salud Global de Barcelona ―impulsado por la Fundación “la Caixa”―, junto al Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia (Inserm), calculó los valores de las temperaturas medias diarias, la humedad relativa y las concentraciones de los principales contaminantes atmosféricos. Con la ayuda de modelos estadísticos, estimaron las relaciones entre el calor y las causas de hospitalización durante el verano (de junio a septiembre) en todas las provincias peninsulares de España y en las Baleares.

Hallaron que la humedad relativa parece no influir en los ingresos hospitalarios urgentes durante los días de calor, salvo en el caso la bronquitis aguda y bronquiolitis, cuyo riesgo aumenta en los días secos. Los de alta contaminación atmosférica aumentan las probabilidades de ingresos en casos de trastornos metabólicos y la obesidad, así como de la diabetes, pero no para otras afecciones. Las partículas menores de 2,5 micras (que desprenden, por ejemplo, los motores diésel y que tienen documentados efectos negativos en la salud) son las que más se correlacionan con los ingresos.

La afección del calor en la salud varía en función del sexo: los días más cálidos los hombres mostraron un mayor riesgo de hospitalización por lesiones. Los autores estudian la hipótesis de que ellos suelen desarrollar con más frecuencia tareas al aire libre y conductas de más riesgo.

Las mujeres muestran más probabilidad de enfermedades parasitarias, endocrinas y metabólicas, respiratorias o urinarias. En un encuentro con periodistas previo a la publicación organizado por Science Media Centre España, Hicham Achebak, uno de los responsables del estudio, explicó que esto puede tener relación con las diferencias fisiológicas en la termorregulación: “Las mujeres tienen un umbral de temperatura más elevado para activar el mecanismo de sudoración y sudan menos, lo que resulta en menor pérdida de calor por evaporación”. Son, no obstante, especulaciones sobre las que hace falta más investigación.

El estudio también ha observado que los efectos añadidos de las olas de calor son pequeños en cuanto a los ingresos en urgencias. Es decir, la acumulación de varios días de altas temperaturas no parece tener más efecto que si se dieran los mismos días de calor por separado. “Por esta razón, creemos que los actuales sistemas de alerta temprana de calor-salud deberían activarse no solo durante las olas de calor, sino también durante temperaturas extremas no persistentes”, afirma Joan Ballester Claramunt, otro de los autores del estudio.

Precisamente, la semana pasada, el Ministerio de Sanidad activó el plan nacional de actuaciones preventivas de los efectos del exceso de temperatura sobre la salud, que lanza alertas cuando se alcanzan (o prevén) condiciones térmicas a partir de las que se dispara la mortalidad de forma estadísticamente significativa en un área y en función de la previsión de la duración de las olas de calor.

Aunque no se observó un mayor impacto en las hospitalizaciones cuando los días con temperaturas extremas son seguidos, el estudio no descarta que sí haya efectos negativos en la salud por las olas de calor. Llama la atención que las altas temperaturas apenas suponen un aumento de ingresos por afecciones cardíacas, cuando supuestamente son trastornos que el calor puede desencadenar. La hipótesis que contemplan los investigadores es que muchos de estos fallos sean tan fulminantes que ni siquiera pasen por el hospital, y provoquen directamente la muerte.

El calor, como se sabía y constatan estos nuevos datos, se ceba con las personas muy mayores, las más vulnerables. Y una exposición prolongada a altas temperaturas puede desencadenar lo que los médicos llaman descompensaciones en el organismo (por distintas vías) que pueden conllevar tanto la hospitalización como la muerte (o ambas). Dos estudios diferentes han calculado que en los calurosos veranos de 2022 y 2023 se produjeron más de 11.000 muertes en cada uno como causa del calor.

Así deteriora el calor la salud

“Los mecanismos subyacentes por los que el calor desencadena resultados adversos para la salud siguen sin estar claros, pero parecen estar relacionados con la forma en que nuestro cuerpo regula su propia temperatura”, afirma Achebak. “En condiciones de estrés térmico, el organismo activa la vasodilatación cutánea y la producción de sudor para perder calor. Las reacciones subsiguientes pueden afectar a las personas de forma diferente en función de una serie de factores, como la edad, el sexo o las condiciones de salud preexistentes”, añade.

Las principales causas de hospitalización no han sido una sorpresa. En el caso de la obesidad y de los trastornos metabólicos existen varias razones. “Por ejemplo, en las personas con obesidad, las respuestas a la pérdida de calor funcionan con menos eficacia, ya que la grasa corporal actúa como aislante, lo que las hace más susceptibles a los trastornos por calor”.

También tiene mucho sentido el aumento de ingresos hospitalarios por distintos problemas renales. Las personas mayores no suelen tener sensación de sed hasta que están muy cerca de la deshidratación. Es más probable que quienes tienen un estado de salud más débil sufran en esos momentos fallos de los riñones. Por esta razón, los médicos y las autoridades insisten en beber agua cuando suben las temperaturas, incluso si no hay sed.

El estudio “es de muy buena calidad”, según Dominic Royé, investigador en salud climática en la Fundación para la Investigación del Clima, que no ha participado en él. En su opinión, es importante seguir conociendo los efectos del calor en la salud por los cada vez más frecuentes episodios de altas temperaturas extremas que se van a producir. “No somos conscientes de lo que vendrá. En un mundo que se caliente una media de dos grados, tendremos veranos extremos cada entre dos y cinco años, en comparación con el pasado reciente, de uno de cada cien”, afirma, citando una investigación publicada en Nature en la que participó el año pasado.

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