En México, la enfermedad renal crónica avanza como una sombra que ni el sistema de salud ni las políticas públicas parecen poder frenar. A diferencia de otras causas de muerte, cuya mortalidad se ha reducido en las últimas tres décadas, la enfermedad renal crónica (ERC) no solo sigue creciendo, sino que se ha más que duplicado desde 1990. Hoy afecta a casi 800 millones de personas en el mundo y ya es la novena causa de muerte global, responsable de 1.5 millones de fallecimientos en 2023.
Una nueva investigación del Estudio Global de Carga de Enfermedad (GBD) 2023, coordinada por el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington, revela un panorama alarmante. América Latina y el Caribe figuran entre las regiones más golpeadas, con una prevalencia estandarizada por edad de 15.4 por ciento, y con países como Haití, con el 22 por ciento; Panamá, con el 21 por ciento; México, con el 19 por ciento, y Costa Rica, con un 19 por ciento, en el grupo con las tasas más altas del planeta.
En entrevista exclusiva con El Debate, Lauryn Stafford, autora del estudio e investigadora del Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington, advirtió que el incremento no se explica solo por los factores clásicos como la diabetes, hipertensión u obesidad, sino por una combinación de inequidades estructurales, exposición ambiental y el impacto del cambio climático que golpea con especial crudeza al sur global.
El estudio muestra que la enfermedad renal crónica (ERC) continúa aumentando, a diferencia de otras causas de muerte. ¿A qué factores estructurales o de salud pública atribuye que esta tendencia no se haya revertido?
Encontramos que, entre las 10 principales causas de muerte, solo las tasas estandarizadas por edad de la ERC, la enfermedad de Alzheimer y la diabetes aumentaron entre 1990 y 2023. La tendencia ascendente en las muertes por ERC puede atribuirse parcialmente al aumento de factores de riesgo clave, como la obesidad y los niveles elevados de glucosa en sangre, característicos de la diabetes. En ciertas regiones tropicales o subtropicales, la forma más agresiva y mortal de ERC de etiología desconocida (ERCu) puede estar contribuyendo al incremento en las tasas de mortalidad por ERC. El aumento de las temperaturas globales y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos debido al cambio climático también se han relacionado con un deterioro acelerado de la función renal. Finalmente, los tratamientos protectores más eficaces para la ERC, que actúan sobre el sistema, se han establecido más recientemente y no se han implementado de manera uniforme a nivel mundial, en comparación con los tratamientos para otras enfermedades no transmisibles líderes como el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.
Al observar la alta prevalencia en países tan diferentes como Haití, Panamá y México, ¿qué elementos comunes identifica que podrían estar impulsando la enfermedad más allá de la genética o los hábitos individuales?
La forma más agresiva y mortal de ERC de etiología desconocida (ERCu) puede estar contribuyendo al aumento de la prevalencia y las muertes por ERC en ciertas regiones tropicales o subtropicales, como América Central. El incremento de las temperaturas globales y la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos debido al cambio climático, que afectan a algunas zonas más que a otras, también se han vinculado con el aumento de los casos de ERC y el deterioro acelerado de la función renal.
Los datos revelan importantes desigualdades en el acceso al tratamiento. ¿Qué tan grande es la brecha entre países y qué impacto tiene en la mortalidad?
Los tratamientos protectores más eficaces para la ERC, dirigidos al sistema renina–angiotensina–aldosterona (por ejemplo, los inhibidores de SGLT2 y los agonistas del receptor GLP-1), se han desarrollado recientemente y pueden ser costosos, lo que limita su disponibilidad en los países de ingresos bajos y medianos, en comparación con los de ingresos altos. Además, las estrategias de tratamiento para la ERC dependen de la detección de la albuminuria, una condición asintomática asociada con resultados adversos renales y cardiovasculares. Las pruebas de detección rutinarias para la albuminuria, especialmente en personas con riesgo de ERC, no han tenido una alta adopción incluso en países de altos ingresos. En los países de ingresos bajos y medianos, el acceso a pruebas de detección es aún más limitado debido a la escasez de personal y las limitaciones de infraestructura sanitaria. Los tratamientos que salvan vidas para personas con enfermedad renal terminal, como la diálisis, también son significativamente más limitados en entornos con menos recursos.
Dado que la mayoría de los casos se detectan en etapas tempranas, ¿por qué los sistemas de salud no los identifican e intervienen a tiempo?
La mayoría de las personas con ERC se encuentran en las etapas 1 a 3, que suelen ser asintomáticas y, por tanto, difíciles de detectar sin estrategias de evaluación rutinarias. Las pruebas de detección rutinarias para la albuminuria, especialmente en personas con riesgo de ERC, no han tenido una alta adopción incluso en países de altos ingresos, a pesar de las recomendaciones basadas en guías clínicas.
El estudio concluye resaltando la importancia de los programas de detección temprana, el control de la presión arterial y de la glucosa, así como el acceso a tratamientos que ayuden a reducir el riesgo, retrasar la progresión del daño renal y disminuir la mortalidad cardiovascular. También advierte que el acceso a la terapia de reemplazo renal sigue siendo limitado y desigual a nivel mundial, lo que refuerza la necesidad de prevenir la progresión de la enfermedad y ampliar el acceso equitativo a la atención.